lunes, 12 de mayo de 2014

A LAS PERIFERIAS DEL MUNDO Y LA EXISTENCIA

Me anoté en un curso de Amor Sólido por internet.
Me estoy preparando para abordar el tema del matrimonio y dar mi testimonio.
Acá les comparto mi primer trabajo.


En el diario The Wall Street Journal se publico un artículo sobre la decisión de la suprema corte permitiendo las oraciones antes de los consejos municipales en USA. Jess Bravin, su autor, relata la demanda que un judío y un ateo presentaron denunciando el municipio de Greece, NY porque la mayoría de las veces la oración tiene un carisma cristiano que de alguna manera se impone dejando a la minoría sin representación.  La votación en la Corte Suprema quedó dividida en 5 a 4. El argumento que prevaleció fue “Nuestra tradición asume que los ciudadanos adultos, firmes en sus convicciones, pueden tolerar y quizás apreciar una oración ceremonial proclamada por una persona de distinta fe.”
Para elaborar lo que sucede en USA tomo los textos que leímos del Papa Francisco:
“Esto frecuentemente se debe a que las personas necesitan imperiosamente preservar sus espacios de autonomía, como si una tarea evangelizadora fuera un veneno peligroso y no una alegre respuesta al amor de Dios que nos convoca a la misión y nos vuelve plenos y fecundos. Algunos se resisten a probar hasta el fondo el gusto de la misión y quedan sumidos en una acedia paralizante.”
Hace unas semanas durante una cena con un matrimonio al que estábamos conociendo discutimos el tema de la evangelización en nuestros medios, hoy en día, en Estados Unidos.  A mí personalmente me llama la atención el celo por la privacidad y el cuidado en decir solo lo que sea políticamente correcto. Lo siento más bien como una acedia paralizante. Este respeto tan cuidado por no invadir parece más bien un miedo al qué dirán. Horacio Bojorge, en su libro “La Civilización de la Acedia” explica como uno queda confundido en medio del mundo, como se apaga la luz divina en una neblina de falsos respetos. En definitiva nos equivocamos buscando que nos admiren por lo que podemos hacer bien en vez de permitir que nos amen a pesar de nuestras limitaciones. Esta fue una conclusión que me ayudaron a descubrir mis dos hijas discapacitadas al ahondar en nuestra realidad escribiendo “Revelaciones Misteriosas” la novela que estoy preparando para publicar. Brené Brown describe el tema de la vulnerabilidad con mucha gracia en su presentación de TED. Dice que estamos hechos para conectarnos y que cuando nos mostramos vulnerables es cuando nos abrimos y disponemos para aceptarnos de verdad. Así ahondamos en lo que pide el Papa de cuidar la fragilidad. Salir al encuentro, abrazar, tocar a nuestro hermano, disponernos a caminar con el otro. Llenándolo de afecto, usando nuestras manos al servicio del Amor.
Con las conclusiones de Aparecida, como enuncia Diego de Jesús en su libro “El Caso Auténtico” queda clara la necesidad de la Iglesia de salir al encuentro del otro, de ser misionera y sobre todo de dar testimonio. En los textos compartidos en el curso de Amor Sólido queda subrayado que estamos llamados a compartir desde la experiencia personal, no desde la razón sino desde la vivencia. Resulta que al dar testimonio, al darse uno, al entregar parte de su historia y compartir desde el dolor y el descubrimiento amoroso crece nuestra fe. Vamos al encuentro con la intención de tender la mano y volvemos fortalecidos, reconfortados. 
Es notable también como cada civilización tiene una vivencia de la fe distinta. Como dice Evangelii Gaudium, al evangelizar hay que respetar la cultura de quien recibe el mensaje. Nuestra cultura latina está llena de gestos mientras que en el hemisferio norte la búsqueda de la fe es más individual y racional. El Papa nos dice: prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades. No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que termine clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos. Y lo dice desde su profesión de fe, cuando escribió en ese papel antes de ordenarse como sacerdote  y que aún guarda,: “Quiero creer en Dios Padre, que me ama como un hijo, y en Jesús, el Señor, que me infundió su Espíritu en mi vida para hacerme sonreír y llevarme así al reino eterno de vida.”
Cuando hemos experimentado en carne propia ese amor de padre generoso y percibido el accionar del Espíritu Santo alentándonos en la vida no nos podemos quedar callados. Lo vi claro en la película “Heaven is For Real”. 

























Este pequeño, en medio de una operación por peritonitis se va al cielo, pero por la oración vehemente de su padre vuelve lleno de valor, dispuesto a compartir las bondades que ha experimentado. Su padre que es un pastor evangelista queda sacudido con las declaraciones de su hijo. Los parroquianos desconfían de la sensatez del padre y pastor, cuando les abre el corazón desde el púlpito. El confiesa que le cuesta procesar y aceptar el relato de su hijo. La película está basada en hechos reales. Colton Burpo tiene ahora quince años, esto sucedió hace diez años, el libro que su padre escribió llegó a ser un bestseller del New York Times. 
¿Hace falta que leamos el bestseller para creer en el Evangelio? ¿No sería suficiente experimentar el mensaje directamente desde la fuente? 
En este mismo país y al mismo tiempo pude escuchar las dos campanas. La campana del celo por la privacidad. La  que denuncia ante la justicia la invasión del que quiere compartir un momento de comunicación profunda. Una actitud que delata el miedo a perder la fe que se tiene. Que se esconde debajo de esa actitud defensiva,  que ajusticia. Al mismo tiempo se estrena la película que relata con heroísmo un mensaje sumamente esperanzador y sanador. Queda claro que el que ha percibido un amor abrazador no teme, se lanza, desborda y comparte generosamente. 

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